viernes, 2 de septiembre de 2005

Cuartillas imaginarias. Conversaciones con mi interior (DOS.3)

¿Hacia dónde? (Almacellas) 1985
DOS.3

Mucha gente, muchos “seres humanos”, van por la vida tiesos y mudos como espárragos. Con la cabeza dirigida, como los girasoles, al dios que adoran: el asfalto. Mudos, rápidos, inconexos, sin lenguaje común. Como en la Torre de Babel.
Parece que solo nos comunicamos en la calle a través de nuestras máquinas: ¡Brrrrrrmm! ¡Piiiiii! ¡Tuuu…tuuu! ¡Desgraciao! ¡Taxista!
- Cara huevo –respondo para relacionarme en el lenguaje ciudadano.
María, que aún no ha aprendido este Morse urbano, pregunta por enésima vez la hora qué es.
Reduzco, freno y paro el coche en la esquina de enfrente del colegio, abro la puerta y bajo a ni hija.
- Venga zumba. No te entretengas, que aún llegas a tiempo. Un besito.
- Adiós papá –se despide corriendo y agitando su manita.
Subo a la furgoneta y espero vigilante que mi hija desaparezca tragada por la enseñanza. Me relajo, misión cumplida.
Como yo, muchos “seres humanos” han cumplido con su misión. Me rodean, están por todas partes, caminan enérgicos ha vivir el día. He descubierto de golpe que están ahí, a mi lado. Codo con codo. Son como yo. Que sorprendente pensamiento: son como yo. De pronto han levantado la cabeza –han dejado de adorar al dios asfalto- y hablan.
- Pues mi nena es la primera de la clase.
- La mía vino ayer a casa con un trabajo manual precioso.
- Mi marido, que es gerente de…
- Mi casa …
- Mi …
Mi, que gran palabra, que mundo de separaciones entraña, que aislamientos. Estoy convencido que de estas conversaciones en “Mi”, no nos oímos más que a nosotros. Pero, en fin, algo es algo. Pensé por un instante que no existían “seres humanos”. Pero me equivocaba. Antonio, pienso, hablando conmigo mismo, pequeño filósofo, los “seres humanos” somos todos. Con nuestras barreras de incomunicación, las falsas adoraciones, el egocentrismo y con los extraños códigos de relación que nos empeñamos en establecer.
En fin, los seres humanos somos nosotros, como decía “El pequeño gran hombre”.

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