lunes, 15 de agosto de 2005

La Espera. Astrolongo, Cuasiterra y el Ser.(5)

Tranvía(Budapest)2004
Capítulo 5
M ientras se producía esta breve conversación, la Plaza de los Trasla­dos se había animado extraordinariamente. Mostraban sus artículos los más estrafa­larios mercaderes. Voceaban sus ofertas y precios gesticulando aparatosamente. Se mezclaban las mercancías, las voces y los gestos de los mercaderes con una variada fauna de cuasiterrenos venidos de todos los con­fines del país.
Jugadores del Tiempo exhibían los más arriesgados ejercicios con ho­ras, minutos y segundos, que como antorchas circulaban entre el aire y sus manos.
Bailarinas del Movimiento ejecutaban maravillosas danzas. Entrelaza­ban sus cuasi cuerpos con túnicas multicolores, produciendo en su ir y venir, en su entrechocar cósmico, un efecto mágico: Un traslado atómico con ritmo celestial.
Echadoras de cartas que, en silencioso y venerable rito, señalaban caminos inescrutables en las vidas de los cuasi seres. Chachareaban mil maravi­llas, mil prodigios de riqueza y longevidad para sus consultantes.
-¿Qué es esa forma? ¿Una estatua? ¿Quién la habrá traído? ¿De qué lugar procede? ¿Qué representa? Es enorme, gigantesca y poco grácil. Pero..., parece que se mueve lentamente. ¿La ves Turfano? - recitó sin respi­rar el monarca, que con curiosidad sin límites miraba inquisitoriamen­te.
- No se que deciros, estoy tan sorprendido como vos, Exquisita Movili­dad- respondió Turfano con la boca abierta y sus partículas en ebullición, a la espe­ra del menor gesto de su amo y señor que pudiera interpretarse como orden de traslado de inspección.
- Turfano, ve, inspecciona, regresa e infórmame. No pierdas tiempo. Traslá­date ya.
El exquisito doméstico no se hizo rogar. A cada orden del monarca se des­hacía y componía, hasta que, finalmente, desapareció para cumplir las órdenes recibidas que satisficieran la curiosidad de su amo. Y la suya.
- Su Movilidad Exquisita. Grácil y Magnífico Rey de los Cuasiterre­nos. Es imposible. No vais a creerme. Es impensable – tartamudeaba, descompuesto, Turfa­no, mientras ejecutaba, con movimientos autis­tas, reverencias y besama­nos en búsqueda de la comprensión y protección del monarca - No he logrado entrelazar mis átomos con ese cuerpo monstruoso.
- Reposa. Ordena tu semblante y tus ideas. Da forma a tu cuerpo e infórmame de esa desconocida y temible sensación, mi leal y querido fámulo.
- No se que deciros. Excelentísima Movilidad. Es una estatua deforme, irre­conocible para nuestros sentidos. No se sabe quién le trajo, de dónde proce­de, ni cuál es su materia.
Astrolongo se incorporó, ya no tapizaba el sillón de anea reali­zado espe­cialmente para él. Con semblante y gesto preocupado, miraba fijamente el objeto del desarreglo matutino: El ser causante del desequi­li­brio de su reino.

No hay comentarios: