Capítulo 5
M ientras se producía esta breve conversación, la Plaza de los Traslados se había animado extraordinariamente. Mostraban sus artículos los más estrafalarios mercaderes. Voceaban sus ofertas y precios gesticulando aparatosamente. Se mezclaban las mercancías, las voces y los gestos de los mercaderes con una variada fauna de cuasiterrenos venidos de todos los confines del país.
Jugadores del Tiempo exhibían los más arriesgados ejercicios con horas, minutos y segundos, que como antorchas circulaban entre el aire y sus manos.
Bailarinas del Movimiento ejecutaban maravillosas danzas. Entrelazaban sus cuasi cuerpos con túnicas multicolores, produciendo en su ir y venir, en su entrechocar cósmico, un efecto mágico: Un traslado atómico con ritmo celestial.
Echadoras de cartas que, en silencioso y venerable rito, señalaban caminos inescrutables en las vidas de los cuasi seres. Chachareaban mil maravillas, mil prodigios de riqueza y longevidad para sus consultantes.
-¿Qué es esa forma? ¿Una estatua? ¿Quién la habrá traído? ¿De qué lugar procede? ¿Qué representa? Es enorme, gigantesca y poco grácil. Pero..., parece que se mueve lentamente. ¿La ves Turfano? - recitó sin respirar el monarca, que con curiosidad sin límites miraba inquisitoriamente.
- No se que deciros, estoy tan sorprendido como vos, Exquisita Movilidad- respondió Turfano con la boca abierta y sus partículas en ebullición, a la espera del menor gesto de su amo y señor que pudiera interpretarse como orden de traslado de inspección.
- Turfano, ve, inspecciona, regresa e infórmame. No pierdas tiempo. Trasládate ya.
El exquisito doméstico no se hizo rogar. A cada orden del monarca se deshacía y componía, hasta que, finalmente, desapareció para cumplir las órdenes recibidas que satisficieran la curiosidad de su amo. Y la suya.
- Su Movilidad Exquisita. Grácil y Magnífico Rey de los Cuasiterrenos. Es imposible. No vais a creerme. Es impensable – tartamudeaba, descompuesto, Turfano, mientras ejecutaba, con movimientos autistas, reverencias y besamanos en búsqueda de la comprensión y protección del monarca - No he logrado entrelazar mis átomos con ese cuerpo monstruoso.
- Reposa. Ordena tu semblante y tus ideas. Da forma a tu cuerpo e infórmame de esa desconocida y temible sensación, mi leal y querido fámulo.
- No se que deciros. Excelentísima Movilidad. Es una estatua deforme, irreconocible para nuestros sentidos. No se sabe quién le trajo, de dónde procede, ni cuál es su materia.
Astrolongo se incorporó, ya no tapizaba el sillón de anea realizado especialmente para él. Con semblante y gesto preocupado, miraba fijamente el objeto del desarreglo matutino: El ser causante del desequilibrio de su reino.
Jugadores del Tiempo exhibían los más arriesgados ejercicios con horas, minutos y segundos, que como antorchas circulaban entre el aire y sus manos.
Bailarinas del Movimiento ejecutaban maravillosas danzas. Entrelazaban sus cuasi cuerpos con túnicas multicolores, produciendo en su ir y venir, en su entrechocar cósmico, un efecto mágico: Un traslado atómico con ritmo celestial.
Echadoras de cartas que, en silencioso y venerable rito, señalaban caminos inescrutables en las vidas de los cuasi seres. Chachareaban mil maravillas, mil prodigios de riqueza y longevidad para sus consultantes.
-¿Qué es esa forma? ¿Una estatua? ¿Quién la habrá traído? ¿De qué lugar procede? ¿Qué representa? Es enorme, gigantesca y poco grácil. Pero..., parece que se mueve lentamente. ¿La ves Turfano? - recitó sin respirar el monarca, que con curiosidad sin límites miraba inquisitoriamente.
- No se que deciros, estoy tan sorprendido como vos, Exquisita Movilidad- respondió Turfano con la boca abierta y sus partículas en ebullición, a la espera del menor gesto de su amo y señor que pudiera interpretarse como orden de traslado de inspección.
- Turfano, ve, inspecciona, regresa e infórmame. No pierdas tiempo. Trasládate ya.
El exquisito doméstico no se hizo rogar. A cada orden del monarca se deshacía y componía, hasta que, finalmente, desapareció para cumplir las órdenes recibidas que satisficieran la curiosidad de su amo. Y la suya.
- Su Movilidad Exquisita. Grácil y Magnífico Rey de los Cuasiterrenos. Es imposible. No vais a creerme. Es impensable – tartamudeaba, descompuesto, Turfano, mientras ejecutaba, con movimientos autistas, reverencias y besamanos en búsqueda de la comprensión y protección del monarca - No he logrado entrelazar mis átomos con ese cuerpo monstruoso.
- Reposa. Ordena tu semblante y tus ideas. Da forma a tu cuerpo e infórmame de esa desconocida y temible sensación, mi leal y querido fámulo.
- No se que deciros. Excelentísima Movilidad. Es una estatua deforme, irreconocible para nuestros sentidos. No se sabe quién le trajo, de dónde procede, ni cuál es su materia.
Astrolongo se incorporó, ya no tapizaba el sillón de anea realizado especialmente para él. Con semblante y gesto preocupado, miraba fijamente el objeto del desarreglo matutino: El ser causante del desequilibrio de su reino.
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