Belvedere(Viena)2004
- ¡Que bullicio! Estos mercaderes parecen demostrar, con su cuerpo, la valía de sus acciones y obligaciones ¡Que barbaridad! ¡Que celeridad imprimen a sus movimientos!- comentó Astrolongo; y sin esperar contestación siguió con sus reflexiones en alta voz.
- Fíjate, querido Turfano, allí, a la derecha, se puede divisar, merced a la claridad del día y al escaso tráfico que ahora se produce, la aldea de Los Veloces. Ahora se acerca. ¿La ves?
- Ya lo creo, Alteza Veloz. Parece más grande ahora - contestó Turfano, protegiéndose del sol con la mano derecha y señalando con el índice de su mano izquierda - Fijaros bien, Excelentísimo y Móvil Señor, la órbita de Los Veloces coincide hoy con la del monte Transmalano. Producirán, cuando se crucen, un espectáculo maravilloso. Quizás explosionen muy cerca de allí - manifestó, señalando un extremo de la plaza limitada por el Palacio Real y el edificio de la Bolsa -¿No lo cree usted así, Exquisita Movilidad?
- Así lo creo, Turfano amigo - respondió Astrolongo, metiéndose en la boca una rebanada de pan, untada en yema de huevo - Espero que, antes de engullir este bocado, podamos recrearnos con este suceso. ¡Zas! Sucedió. ¡Que maravilla! ¿Lo has visto, perfecto doméstico?
- Sí Señor, vaya que sí, Profeta de los móviles. El efecto de la luz ha sido, a mi juicio, muy superior al que se produjo, hace tres lunas, cuando entrelazaron sus átomos la mar Profunda y la ciudad de Los Transluzanos.
- Efectivamente, a mí también me lo ha parecido - asintió el rey de los cuasiterrenos, al tiempo que carraspeaba aparatosamente y lograba deshacerse de una miga de pan, que de manera irreverente se había colado por vía falsa.
-¿Estáis bien, Divino Móvil?
- Ahora sí. Seguro que ha sido un mal cálculo molecular, ya que por un instante, al ver tan maravillosa conjunción atómica, he querido combinarme, yo también, con el monte Transmalano y la aldea de Los Veloces.
Así fue sin duda. El monarca, en un quiero y no quiero, fue y vino al lugar de la explosión molecular, mientras deglutía el pan untado en huevo revuelto. Este vaivén instantáneo descolocó el alimento matutino que pasó del esófago a la tráquea, produciendo el atasco y el susto del egregio monarca cuasiterreno. Repuesto de la momentánea hipoxia, atacó con renovado entusiasmo los platos dispuestos para el desayuno.
- Está exquisito. Ciertamente, alimentarse con tino y alegría, produce al inicio del día, una mejor disposición para con tus semejantes. ¿No lo crees así? Turfano amigo.
- Así lo creo, Su Movilidad. No obstante, es imprescindible hacerlo, como muy sabiamente ha sentenciado Su Movilidad, con tino, cordura, prudencia y tacto. En suma, con juicio- asintió, reverenciando el magnífico mayordomo y compaña.
Capítulo 4
En primer plano, frente al palacio real, una construcción civil de enormes proporciones albergaba una especialísima Bolsa de Valores: Era la Bolsa de Movimientos, Traslados, Tráfico, Transportes y Comunicaciones. Por sus grandes ventanales se podía ver una colosal escalinata de color blanco; los agentes de cambio y bolsa se agitaban: Subían y bajaban. Se contorsionaban desmesuradamente, apareciendo y descomponiéndose en un instante al trasladarse por la escalera marmórea.
- ¡Que bullicio! Estos mercaderes parecen demostrar, con su cuerpo, la valía de sus acciones y obligaciones ¡Que barbaridad! ¡Que celeridad imprimen a sus movimientos!- comentó Astrolongo; y sin esperar contestación siguió con sus reflexiones en alta voz.
- Fíjate, querido Turfano, allí, a la derecha, se puede divisar, merced a la claridad del día y al escaso tráfico que ahora se produce, la aldea de Los Veloces. Ahora se acerca. ¿La ves?
- Ya lo creo, Alteza Veloz. Parece más grande ahora - contestó Turfano, protegiéndose del sol con la mano derecha y señalando con el índice de su mano izquierda - Fijaros bien, Excelentísimo y Móvil Señor, la órbita de Los Veloces coincide hoy con la del monte Transmalano. Producirán, cuando se crucen, un espectáculo maravilloso. Quizás explosionen muy cerca de allí - manifestó, señalando un extremo de la plaza limitada por el Palacio Real y el edificio de la Bolsa -¿No lo cree usted así, Exquisita Movilidad?
- Así lo creo, Turfano amigo - respondió Astrolongo, metiéndose en la boca una rebanada de pan, untada en yema de huevo - Espero que, antes de engullir este bocado, podamos recrearnos con este suceso. ¡Zas! Sucedió. ¡Que maravilla! ¿Lo has visto, perfecto doméstico?
- Sí Señor, vaya que sí, Profeta de los móviles. El efecto de la luz ha sido, a mi juicio, muy superior al que se produjo, hace tres lunas, cuando entrelazaron sus átomos la mar Profunda y la ciudad de Los Transluzanos.
- Efectivamente, a mí también me lo ha parecido - asintió el rey de los cuasiterrenos, al tiempo que carraspeaba aparatosamente y lograba deshacerse de una miga de pan, que de manera irreverente se había colado por vía falsa.
-¿Estáis bien, Divino Móvil?
- Ahora sí. Seguro que ha sido un mal cálculo molecular, ya que por un instante, al ver tan maravillosa conjunción atómica, he querido combinarme, yo también, con el monte Transmalano y la aldea de Los Veloces.
Así fue sin duda. El monarca, en un quiero y no quiero, fue y vino al lugar de la explosión molecular, mientras deglutía el pan untado en huevo revuelto. Este vaivén instantáneo descolocó el alimento matutino que pasó del esófago a la tráquea, produciendo el atasco y el susto del egregio monarca cuasiterreno. Repuesto de la momentánea hipoxia, atacó con renovado entusiasmo los platos dispuestos para el desayuno.
- Está exquisito. Ciertamente, alimentarse con tino y alegría, produce al inicio del día, una mejor disposición para con tus semejantes. ¿No lo crees así? Turfano amigo.
- Así lo creo, Su Movilidad. No obstante, es imprescindible hacerlo, como muy sabiamente ha sentenciado Su Movilidad, con tino, cordura, prudencia y tacto. En suma, con juicio- asintió, reverenciando el magnífico mayordomo y compaña.
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