viernes, 26 de agosto de 2005

Cuartillas imaginarias. Conversaciones con mi interior (UNO.1)

Jarra, foto en blanco y negro coloreada(El Masnou)2005
“Morir cuesta un instante.
Vivir toda una vida.Convivir una eternidad.”
UNO
- ¡Mamá! ¡Mamá!
Es una voz queda, bajita, minúscula, sin altibajos, casi melodiosa. Con vocación de zumbido de mosca.
Abro un ojo. La luz, al atravesar el filtro de plástico de la persiana de mi habitación, me hiere, me produce escozor. Es una agresión en tránsito, como un puñado de arena sobre mis ojos.
Me doy media vuelta en la cama. Mi mujer ya se ha levantado. La oigo trastear en el cuarto de baño contiguo a la habitación.

Se vuelve a oír el zumbido de mosca convertido en palabras en busca de ayuda materna.
Ella contesta con lasitud, con esa pastosidad que adquiere el ser humano cuando está en duermevela, cuando aún los sentidos no se han tensado. Cuando la vida interior no ha tomado contacto con la realidad cotidiana.
- ¿Qué quieres?
- Tengo pipí.
- Pues levántate y haz.
Siempre que oigo esta contestación, creo que automática, pienso en el Lázaro bíblico.

Empiezo a estirarme, el sentido de la visión ya se ha recobrado de su primera agresión diaria, y puedo ver mi cuerpo desnudo reflejado en las lunas del armario. Se refleja a trocitos, como en un rompecabezas.

- Antonio, que son las diez.
- ¡Voy!
- ¿No se que va a pasar cuando llegue el miércoles y tengamos que llevar a los niños al colegio?

Bajo los pies al suelo. Busco las chancletas y el pantalón corto para aislarme del suelo y de las miradas.

Mi mano derecha busca, con el automatismo adquirido después de la repetición cotidiana de un gesto, el botón de la radio, que descansa su incomprensible realidad, sobre la mesita de noche.

- Plack… Málaga a Cádiz está cordada debido al accidente.
- El avión de Spantax, al salirse de la pista chocó contra un camión.
- ¡Ya es mala suerte, mira que caerle un camión encima! –pienso.

La incompresible realidad de la radio sigue emitiendo el mensaje.

- Parece que de los 308 pasajeros, 200 han resultado ilesos. En siguientes boletines informativos ampliaremos la noticia.
- ¡Ding- dong! ¡Radio Reloj informativos!

Sin haber retirado aún mi mano derecha del botón de la radio y en actitud netamente pensativa, vuelvo a presionar el botón que me aísla del mundo, apagando la incompresible realidad de este invento sonoro.

- Plack
- ¡Empezamos bien! –afirmo, con burla, en voz alta,

Dos palabras que encierran toda una filosofía de vida, que preguntan y afirman al mismo tiempo.

- ¡Todos a desayunar! –es mi mujer que llama al rebaño.

Lentamente, como pidiendo permiso al suelo para pisarle, voy hacia el cuarto de baño.
Me aseo poco a poco, lo justo para terminar de despertarme y tomar conciencia de que además de un alma, tengo un cuerpo.

- ¡Papá! ¿Sales?
- Sí
- Te estamos esperando para empezar a desayunar.

Es mi hija mayor que zumba y ronronea más que yo para ser la última en levantase.
Empiezo a medir mi entorno. Las paredes empiezan a tomar consistencia a mí alrededor.
Los objetos, los cuadros, los muebles salen de mi imaginación para colocarse en sus lugares. Todo tiene su rincón. El gusto, el olfato, el oído, el tacto y la visión han cumplido su cometido. Han establecido sus códigos y empiezo a reconocer: Aquí una puerta, allí un cuadro, arriba una lámpara, abajo -y mirándome con cara de intensa pena, con las orejas estiradas hasta el infinito, y su cuerpo manchado pegándose al suelo- está Don, mi perro.
Mueve la colita, y digo colita, no por cursilería, sino porque, realmente tiene una colita no más larga de 10 centímetros.

- Hola Don –le saludo acariciándole la cabeza.
- CRSTUFGHZ (respuesta del perro)

Me sigue el trayecto entre el cuarto de baño y la cocina, dando vueltas a mí alrededor, sin parar de mirarme, alargando sus ojos hasta el infinito y en actitud de intensa pena.

Entro en la cocina cuando todos estaban sentados: mi mujer, mi hija y mi hijo.

- Buenos días a todos –saludo entre dientes.
- Me lo estoy comiendo todo –comenta Santiago, como conciliándose no se con quién.
- Muy bien – contesto conciliador.

Lola extiende en un platito, el resto de mermelada de melocotón que ayer había preparado.

- Es para los dos –comenta, depositando el plato y dos cucharillas encima de la mesa.
- ¿Tú que quieres, un cortadillo? –me pregunta.
- Si –le contesto mirando fijamente el platito de mermelada de melocotón.

Me siento en un taburete y abro la puerta de la cocina que da a un patio interior.
- Hace calor –afirmo, para que no se cuestione la apertura de la puesta.

Los niños han convertido en juego la degustación de la mermelada y terminan en un batir de cucharillas como en un duelo de espadas.

- ¡Venga ya está bien! Tomaros la leche, María, trae una silla para mamá –les recrimino.
- Es igual. Para desayunar esto –comenta mi mujer, sosteniendo un vaso de porcelana blanco con ribete azul lleno de té.

Mi mujer tiene esa enfermedad imaginaria, tan extendida, de la obesidad, y a períodos le da por no comer, o comer poco. Con sinceridad a mi también me ocurre.
Así es que la neurastenia del adelgazamiento nos ha envuelto en su fino manto de nada.
(Continuará)

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