Preámbulo
Principiar una historia es tarea que entraña, para mí, gran dificultad. Es colocar la primera piedra de un edificio de palabras, de ideas.
Imaginar, conocer, explicar a uno mismo todos los entresijos de una fábula, todos sus personajes y situaciones es cosa fácil. Pasan ante los ojos de nuestro magín en una mezcla armónica. No tienen principio ni fin. Las ficciones pasajeras y accidentales se entrelazan formando una trama coherente, un cuerpo sólido, estructurado. Los personajes hacen y dicen, precisamente, lo propio. Sin una coma de más, ni de menos. Es una explosión de sensaciones perfecta. Es como mirar al cielo y abarcarlo, incluirlo en la retina con una simple observación.
La dificultad se presenta al pretender la aprehensión con ojos mortales. Ese ejercicio es y resulta mucho más dificultoso. Requiere de un entrenamiento diario y riguroso, concienzudo en su planteamiento y ejecución. Precisa de instrumentos ópticos apropiados. Así, para desentrañar el firmamento lejano utilizaremos un telescopio; para recrearnos simplemente, nos bastará con los recursos que el ojo nos preste.
De una u otra manera, definiremos un inicio, un punto en donde comenzar el recorrido. A partir de ahí, giraremos la cabeza a derecha e izquierda, hacia delante y hacia atrás, para, de esa forma, hacernos con todo el firmamento. Este ejercicio se debe realizar, de igual manera, para mostrar, a otros, todo el cielo estrellado de una historia que, hasta ese momento, era exclusivamente nuestra.
Existen muchas maneras de "contar", estrellas o cuentos. Sin embargo, todas coinciden en una cosa, hay que iniciarlas. El método que después se siga para explorar el firmamento o explayar la historia es secundario. Unos eligen utilizar instrumentos. Otros prefieren trocear el cielo, el cuento, con los ojos limpiamente, sencillamente.
Yo prefiero "contar" con los ojos a cielo abierto, ya que no conozco el manejo de aparatos; y, sobre todo, porque la fórmula de principiar simplemente a "contar" ha dado, casi siempre, buenos resultados. La Historia lo demuestra.
Por tanto, querido lector, en la Espera inicio el relato, mí relato, quizás un día, esperando, tu relato.
Imaginar, conocer, explicar a uno mismo todos los entresijos de una fábula, todos sus personajes y situaciones es cosa fácil. Pasan ante los ojos de nuestro magín en una mezcla armónica. No tienen principio ni fin. Las ficciones pasajeras y accidentales se entrelazan formando una trama coherente, un cuerpo sólido, estructurado. Los personajes hacen y dicen, precisamente, lo propio. Sin una coma de más, ni de menos. Es una explosión de sensaciones perfecta. Es como mirar al cielo y abarcarlo, incluirlo en la retina con una simple observación.
La dificultad se presenta al pretender la aprehensión con ojos mortales. Ese ejercicio es y resulta mucho más dificultoso. Requiere de un entrenamiento diario y riguroso, concienzudo en su planteamiento y ejecución. Precisa de instrumentos ópticos apropiados. Así, para desentrañar el firmamento lejano utilizaremos un telescopio; para recrearnos simplemente, nos bastará con los recursos que el ojo nos preste.
De una u otra manera, definiremos un inicio, un punto en donde comenzar el recorrido. A partir de ahí, giraremos la cabeza a derecha e izquierda, hacia delante y hacia atrás, para, de esa forma, hacernos con todo el firmamento. Este ejercicio se debe realizar, de igual manera, para mostrar, a otros, todo el cielo estrellado de una historia que, hasta ese momento, era exclusivamente nuestra.
Existen muchas maneras de "contar", estrellas o cuentos. Sin embargo, todas coinciden en una cosa, hay que iniciarlas. El método que después se siga para explorar el firmamento o explayar la historia es secundario. Unos eligen utilizar instrumentos. Otros prefieren trocear el cielo, el cuento, con los ojos limpiamente, sencillamente.
Yo prefiero "contar" con los ojos a cielo abierto, ya que no conozco el manejo de aparatos; y, sobre todo, porque la fórmula de principiar simplemente a "contar" ha dado, casi siempre, buenos resultados. La Historia lo demuestra.
Por tanto, querido lector, en la Espera inicio el relato, mí relato, quizás un día, esperando, tu relato.
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