lunes, 8 de agosto de 2005

La Espera. Astrolongo, Cuasiterra y el Ser.(0)

Pisa(Italia)2004
Preámbulo
Principiar una historia es tarea que entraña, para mí, gran dificul­tad. Es colocar la primera piedra de un edificio de pala­bras, de ideas.

Imaginar, conocer, explicar a uno mismo todos los entresijos de una fábula, todos sus personajes y situaciones es cosa fácil. Pasan ante los ojos de nuestro magín en una mezcla armónica. No tienen principio ni fin. Las ficcio­nes pasaje­ras y accidentales se entrelazan formando una trama coherente, un cuerpo sólido, es­truc­tu­rado. Los personajes hacen y dicen, precisamente, lo propio. Sin una coma de más, ni de menos. Es una explo­sión de sensaciones per­fecta. Es como mirar al cielo y abarcarlo, in­cluirlo en la retina con una simple observación.

La dificultad se presen­ta al pretender la aprehensión con ojos morta­les. Ese ejercicio es y resulta mucho más dificultoso. Requiere de un entrena­miento dia­rio y riguroso, concienzudo en su planteamiento y ejecu­ción. Precisa de instru­mentos ópticos apropiados. Así, para desentrañar el firmamento lejano utilizaremo­s un telescopio; para recrearnos simplemente, nos bastará con los recursos que el ojo nos preste.

De una u otra manera, definiremos un inicio, un punto en donde comenzar el recorrido. A partir de ahí, giraremos la cabeza a derecha e izquierda, hacia delan­te y hacia atrás, para, de esa forma, hacernos con todo el firmamento. Este ejercicio se debe realizar, de igual manera, para mostrar, a otros, todo el cielo estrellado de una historia que, hasta ese momento, era exclusiva­men­te nuestra.

Existen muchas maneras de "contar", estrellas o cuentos. Sin embargo, todas coinciden en una cosa, hay que iniciarlas. El método que después se siga para explorar el firmamento o explayar­ la historia es secundario. Unos eligen utilizar instrumen­tos. Otros prefie­ren trocear el cielo, el cuento, con los ojos limpiamente, sencilla­mente.
Yo prefiero "contar" con los ojos a cielo abierto, ya que no conozco el manejo de aparatos; y, sobre todo, porque la fórmula de principiar sim­plemente a "contar" ha dado, casi siempre, buenos resultados. La Historia lo demuestra.

Por tanto, querido lector, en la Espera inicio el relato, mí relato, quizás un día, esperando, tu relato.

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