"El Trebol", comercio de Sarriá. Barcelona, 2012 |
No tuve una infancia triste
No, no tuve una infancia triste.
Fue ensimismada, algo ausente
y orientada hacia el interior,
de mi y de mi entorno:
fue una infancia pequeña.
Ajena, en cualquier caso,
a todas las circunstancias
del tiempo que vivía
y de las contradicciones
que las habían provocado:
no, no recuerdo maldades
conscientemente malas.
Por eso, y por muchas cosas más,
no tuve una infancia triste.
Es una carga dulce de amores
y de pequeñas decepciones azules
que hacen agradables los recuerdos.
4 comentarios:
uno de esos nunares, que no se borran jamás
saludos
Que bonitos recuerdos de infancia Antonio, más si están cargados de dulces amores.
QUé forma más maravillosa de contar con palabras una infancia diferente.
Me gustó muchísimo este poema.
Un beso grande ( o dos)
Precioso, felicidades. Un abrazo.
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